Turno de Saturno


En un par de meses me juego el tipo, echar a suertes el destino, esquivar ser engullida por Saturno y volver al mundo o precipitarme a la nada. Más de dos años en sus fauces, sorteando morir triturada por el castañeteo de unos dientes amarillentos y podridos, ahogada entre babas ponzoñosas. A solas con las carencias, las dudas y los miedos heredados del pasado. La piel hecha jirones y el alma devastada.

Liberarse del espanto. Conseguir lo imposible a golpe de redaños, penetrar hasta el tuétano del hueso duro de roer. Apenas queda nada, Cronos peinó las canas, cuarteó las molduras de las lunas negras y, aún así, el músculo flácido no se resiste a tensar el arco y estudiar el viento de la sagita.




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