White Label on the rocks



_ Camarero, un white label on the rocks, por favor...

El mundo engulle a sus crías con la boca seca y necesita suavizar el bolo con el trago amargo de la elocuencia y el hielo del raciocinio. Se nos fue de las manos la displicencia, el invento del hombre orgulloso de vestir de etiquetas.

Nos gusta etiquetar, etiquetarlo todo, con la inconsciencia pueril que implica la acción. Todo proceso de clasificación, conlleva la exclusión. Y aún así, seguimos nombrando a las personas con la coletilla de turno, ya sea en una conversación coloquial o en los medios de comunicación, con una estrechez de miras pasmosa. Aludir a la persona enfatizando su condición: género, raza, color, religión, inclinación sexual, situación económica... ¿No somos todos personas? Reivindicamos la igualdad y somos los primeros en indicar las diferencias.

_ Estoy casado con una mujer de color.
_ ¿Y...? (¿eso tiene que preocuparme?)

_ Ya asignamos el puesto pero... es una mujer. (¿Y..? ¿debo echarme a temblar por eso?)

_ Los nuevos vecinos son musulmanes. (¿Y...? ¿me van a obligar a usar hiyab?

...

Constantemente, inofensivamente algunas veces y perniciosamente otras muchas, vamos dando rienda suelta al caballo apocalíptico y luego nos lamentamos de los otros, aquellos que marginan y odian a partes iguales, aquellos que persiguen, increpan, pegan y matan, esos otros que provocan la arcada del asco.  Esos otros a los que nosotros seguimos alentando con el uso discriminatorio de etiquetas.



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